En ciencias naturales pensamos que no inventamos las reglas de la Naturaleza sino que las descubrimos. Para la gente de ciencia el mundo está “allá afuera”, no en nuestra mente, siendo percibido a través de sentidos y analizado usando la razón. ¿Hay dudas respecto a esto? Sí. Al menos tan antigua como Hume (1711-1766) es la objeción de que no podemos tener certeza de que el mundo realmente existe “allá afuera”, pues podría ser una ilusión. Cuando escribo este artículo, ¿cómo descartar que mi cerebro esté conectado a cables alimentándole información equivalente a la que tendría si pudiera percibir el mundo, pero habiendo “allá afuera” algo completamente distinto? ¿Qué tal si mis recuerdos, la gente que conozco, lo que he leído, las noticias de la prensa, en fin, todo no es más que un elaborado espejismo, pero no hay en el mundo nada más que mi mente? Cuando Hume plantea esto, lo hace en términos de su mente. Yo podría decir que mi propia existencia (mi noción de mí mismo) es evidencia contra su planteamiento, pero Hume también puede ser alguien que yo imagino y que no estuvo “allá afuera” hace tres siglos. Ustedes, al leer esto, pueden plantearse lo mismo. Yo podría ser no más que un fantasma dentro de vuestra cabeza, no una entidad intelectual distinta de ustedes reflexionando sobre filosofía y ciencia. O también, como Descartes temía (1596-1650) podría ser que yo esté soñando. O ustedes lo estén.
No hay respuesta al dilema, pero es posible complicar aún más las cosas: Con el post-modernismo ha ganado popularidad un análisis filosófico de tipo social. Según éste, habría base para pensar que mucho del mundo (en una variante más radical, todo en el mundo) sólo existe en el contexto de una sociedad determinada, no habiendo una naturaleza común “allá afuera” sino un enorme muestrario de “aquí entre nosotr@s”.
En este artículo acepto la concepción científica del mundo. ¿Es un acto de fe? Lo veo más como una hipótesis de trabajo. Aún si el mundo es una ilusión, parece que la ciencia ayuda a encontrar un cierto orden en esta ilusión. Quizás si pudiéramos salirnos de la ilusión veríamos que la ciencia sería tan ficticia como los deportes, el esoterismo o la comida, pero estamos admitiendo que no podemos salir de la ilusión. Ante esto sólo queda optar, sin tener certidumbres y sin olvidar la humildad que esta opción implica.
Diremos, entonces, que descubrimos las reglas de la Naturaleza mediante un proceso que combina el uso de la razón con la experimentación. A este proceso lo llamamos ciencia o hacer ciencia. El resultado neto de tal proceso es la producción de teorías científicas, las que resumen afirmaciones científicas acerca del mundo. Decir “si no te vas ahora llegarás tarde a la reunión” es una afirmación; “hoy es seguro que llega mi cheque” es otra; “si aceleramos las partículas lo suficiente, detectaremos nuevas subpartículas” también lo es. En nuestra experiencia cotidiana nos enfrentamos a muchísimas afirmaciones, pero no todas son producidas científicamente ni sirven para hacer ciencia. En los ejemplos de este párrafo las dos primeras afirmaciones son científicas; la tercera no. ¿Cómo reconocerlas? ¿Tiene alguna consecuencia para nosotr@s no diferenciar claramente las afirmaciones científicas de las no científicas?
Hasta el siglo XIX se pensaba que la ciencia debía basarse en afirmaciones verificables. Esto quiere decir que entrarían a formar parte del conocimiento científico aquellas afirmaciones que, por medio de un experimento, pudiéramos probar que eran verdaderas. Por ejemplo se podría formular la teoría “si lanzo esta piedra hacia arriba, tras unos instantes caerá”. Es claramente posible llevar a cabo el experimento y confirmar que la teoría es cierta. En ciencias, sin embargo, importa poco saber qué pasará con una piedra específica en un determinado momento; mucho más importante es tratar de hallar una generalización que nos diga qué pasará con cualquier piedra en cualquier momento. ¿Es posible verificar una afirmación de tal calibre? Hace su entrada el induccionismo. Si lanzo una piedra hacia arriba, después de unos instantes cae; si repito este experimento cien veces, la piedra cae las cien veces. Inducir significa que acepto como cierta, para el futuro, la generalización de una gran cantidad de experiencias pasadas. No me molesto en lanzar la piedra la vez cientouno para decir que en esa ocasión volverá a caer.
Aunque hasta cierto punto funciona, la alianza entre verificacionismo e induccionismo tiene sus límites. Para empezar no hay una buena justificación del induccionismo más que el induccionismo mismo (sabemos que el induccionismo ha funcionado hasta ahora y entonces suponemos, por inducción, que seguirá funcionando), lo cual no es ninguna justificación. Pero además penan otras dudas; por ejemplo, ¿cuánto es una “gran cantidad” de observaciones? ¿10? ¿100? ¿1000? ¿Cómo saber si todas las observaciones juntas de la historia de la ciencia no son representativas más que de una pequeñísima parte de la escala temporal de los problemas en estudio? ¿En qué momento, entonces, podemos trazar la línea y comenzar a usar la ciencia para hacer predicciones pues habremos observado suficiente?
Además subsiste la duda sobre lo que constituye prueba de una afirmación. Para casos triviales, como la piedra que sube y baja, la prueba es obvia, pero ¿qué pasa en el caso de afirmaciones hechas respecto a asuntos como la historia de los seres humanos? El Manifiesto Comunista (Karl Marx, 1818-1883) parte diciendo: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”. ¿Se puede verificar esta afirmación? Ciertamente. Basta definir claramente lo que entendemos por lucha de clases, y hacer una investigación histórica de cada una de las sociedades humanas que han poblado el planeta (suponiendo que esto sea posible). No sé si alguien ha intentado esta tarea ni si, de haberlo hecho, ha logrado ponerse de acuerdo con otr@s historiador@s en sus conclusiones. Pero del marxismo surgieron también otras afirmaciones, esta vez no hacia el pasado sino hacia el futuro, que resultaron claramente incorrectas a pocas décadas plazo. L@s marxistas de la época, en lugar de reconocer el error de las predicciones, matizaron o interpretaron algunos aspectos de ellas una vez que el evento ya había tenido lugar, en un intento por mostrar que, bajo alguna luz, el pronóstico había sido correcto, y por tanto el marxismo no se había equivocado. ¿Por qué este empeño? Política, claro, pero además por una noción que apela a nuestro sentido común: si la teoría explica más, es más valiosa. Una teoría que explique el 90% de los casos es buena, pero una teoría que explique el 99% de los casos es mejor todavía. ¿Cierto? No tanto. Según Popper, ambas son material para el papelero.
Para el filósofo vienés Karl Popper (1902-1994) la clave no estaba en lo que una teoría es capaz de explicar sino en aquello que no puede explicar. Una teoría diseñada de tal modo que rechace la posibilidad de no explicar es una teoría defectuosa. Antes de seguir adelante, digamos, en favor de Karl Marx, que la posición de Popper no fue que las ideas originales de Marx tenían este defecto, sino que el tipo de defensa usada por l@s marxistas que heredaron las ideas de Marx introdujo este defecto en la versión más popular del marxismo.
En el título de este artículo he incluido una afirmación que incluye el tipo de tara señalada por Popper. “Es seguro que hoy llueve o no llueve”. ¿Hay algún evento (relacionado con la lluvia) que esta afirmación no contemple? Si llueve, la afirmación es cierta; si no llueve, también lo es. Para Popper, sin embargo, esta clase de certidumbre vale muy poco pues no enfrenta desafíos. Da igual que afuera caiga o no caiga agua; la afirmación seguirá en pie, pero sólo como un montón de palabras que no afinará mi conocimiento del mundo.
Popper resumió su modo de pensar en el concepto falsacionismo. La idea es así: una afirmación es falsable si es que es posible (aunque sea sólo en teoría) diseñar un experimento tal que uno de los potenciales resultados de ese experimento es que la afirmación sea falsa. Respira hondo y lee la frase anterior de nuevo. ¿Una vez más? O.K., ya está, sigamos. La idea no es compleja, pero se presta a confusión, quizás por el parecido entre las palabras, con la idea de falsedad. ¿Una idea falsable es falsa? No necesariamente. El punto clave es que puede serlo. Una idea no-falsable nunca es falsa, pero tampoco nos dice nada respecto al mundo y entonces es una pobre aseveración decir que es cierta. Veámoslo en una tabla con un ejemplo:
Verdadera |
Falsa |
|
Falsable |
USA fabrica armas de destrucción masiva. |
Chile fabrica armas de destrucción masiva. |
No falsable |
En Irak hay armas de destrucción masiva. No haberlas hallado todavía, prueba lo bien escondidas que están. |
Las dos primeras afirmaciones, en la fila superior, admiten este experimento: consultar los registros de empresas que operan en cada país y averiguar si alguna produce armas nucleares, biológicas u otras de similar impacto. Es posible que el resultado de tal escrutinio contradiga la afirmación de que USA o Chile fabrican esta clase de armas, por lo cual se trata de afirmaciones falsables. En la práctica, en el primer caso este experimento arroja como resultado una confirmación, mientras que el segundo caso entrega un resultado negativo.
La tercera afirmación, en la fila inferior, fue dicha por Tom DeLay, House Majority Leader1 por el Partido Republicano en el Congreso de los Estados Unidos de América, en declaración a USA Today el 6 de octubre de 2003. ¿Qué experimento es posible hacer cuyo resultado contradiga su afirmación? Se encuentren o no se encuentren armas de destrucción masiva en Irak, una afirmación de este tipo se sostiene incólume. Una cuestión completamente distinta es si una afirmación de este tipo nos dice algo respecto a la existencia de armas de destrucción masiva en Irak o nada más refleja un pensamiento deseoso de cierta realidad.
Este último tema es central en las ideas de Popper. Según lo que él llamó “Criterio de Demarcación”, la ciencia se construye en base a afirmaciones falsables. Las afirmaciones no-falsables, como la de Tom DeLay, dan origen a pseudociencias y no permiten aprender nada sobre el mundo. Las prácticas que hoy reconocemos como pseudociencias (astrología, radiestesia, etc.) están apoyadas en afirmaciones no-falsables, y a menudo son sostenidas por personas que prefieren mantener una visión alterada del mundo por diversas razones2. Pero esto no tiene por qué ser así. La astrología no es necesariamente una pseudociencia, ¡ni tampoco tiene por qué serlo la política! El carácter de pseudociencia no viene dado por el tema sino por las afirmaciones en base a las cuales se construye su estudio. Un tema como la búsqueda de vida extraterrestre puede hacerse ciencia o pseudociencia con un simple cambio de fraseo en las afirmaciones a considerar. “Hay vida en algún planeta” genera una pseudociencia, pues no importa cuántos planetas visite sin encontrar vida, la afirmación continuará sin ser rebatida ya que no necesariamente se refería a ninguno de los planetas ya visitados, sino que puede ser el siguiente, o el siguiente, o el siguiente... En cambio “no hay vida en otro planeta” ya tiene mejores chances de dar origen a una ciencia, pues bastaría que encontráramos vida en un planeta cualquiera para echar por tierra la afirmación. Se trata entonces de una afirmación falsable, y podemos hacer ciencia con ella.
De acuerdo a las ideas de Popper ¿qué podemos decir que sabemos sobre el mundo? A diferencia del verificacionismo, que planteaba que la ciencia era una acumulación de verdades, el falsacionismo plantea que la ciencia es una acumulación de afirmaciones falsables que, hasta la fecha, no han sido probadas falsas. El falsacionismo advierte que una teoría tan buena como la Teoría de la Relatividad, que es falsable, puede ser demolida en cualquier momento si hacemos un experimento que la pruebe falsa. Mientras ello no ocurra ¿decimos que la Teoría de la Relatividad es verdadera? No, sólo podemos decir que hasta hoy no se ha mostrado que sea falsa. Mientras más intentos hacemos por probar que una idea (falsable) es falsa, y no lo logramos, más valiosa es esa idea para la ciencia, pero esto no equivale a saber que esa idea es verdadera. Las mejores teorías científicas son aquellas que han resistido más intentos por probar que son falsas.
Una pequeña digresión para finalizar: espero haber ilustrado lo que hoy en día es la manera más aceptada de distinguir ciencia de pseudociencia. ¿Es esto equivalente a decir que hemos separado lo que es posible conocer de lo que no? En otras palabras, ¿nuestra única fuente de conocimiento es la ciencia y lo que no devenga de un conocimiento científico construido en base a ideas falsables sencillamente no es conocimiento en absoluto? Pensemos en la siguiente frase: “Hay un cisne verde”. Esta afirmación es no- falsable. No importa que mi experimento sea cazar un millón de cisnes blancos, pues de todos modos subsiste la posibilidad de que haya algún cisne verde entre los cisnes que todavía no he cazado. Aún si reúno en una laguna a todos los cisnes del planeta, y ninguno es verde, de todos modos puede ocurrir que el escurridizo cisne verde esté en algún otro planeta. No tengo manera de hacer un experimento tal que uno de sus resultados sea que la afirmación es falsa. En base al criterio de Popper yo debería, justamente, dejar de derrochar energía de acuerdo a la posibilidad de que haya un cisne verde, y es la razón por la cual la gente de ciencia no pierde tiempo buscando cisnes verdes ni de otros colores bizarros.
¿Pero qué tal si ahora abro la puerta y hago pasar un cisne verde que cualquiera pueda tocar, oler, pesar, medir...? En ese caso la afirmación sería probada verdadera y habría habido una fracción del mundo real que la ciencia no hubiera sido capaz de develar moviéndose en acuerdo estricto con sus métodos. ¿Molesto? Sí, sin duda, pero no hay una manera clara de vadear este problema, así que sólo queda agregarlo a la lista de resignaciones que acompaña al agotador esfuerzo por conocer el mundo.
El falsacionismo nos permite separar las ideas que sirven para hacer ciencia de las que no. Cuando digo “hacer ciencia” no pienso sólo en temas donde aparecen palabras como átomos, ondas o radiación, sino en cualquier actividad humana donde nuestras afirmaciones tengan algo que ver con el mundo físico, lo que incluye áreas tan diversas como la economía, la filatelia o el volleyball. Esto no quiere decir que nuestra única aproximación a un problema deba ser científica. La ciencia es un instrumento para conocer la dimensión física del mundo, pero en nuestra sociedad suele ocurrir que lo físico es apenas el marco del drama humano en que actuamos. La ciencia, apoyada en el falsacionismo, nos aporta un caudal de datos sobre cualquier situación, pero no nos dice qué es lo que debemos hacer en un caso dado. Ese rol lo tiene, persona a persona, la filosofía o alguna forma de espiritualidad, de modo que nuestras opciones personales siguen siendo, tanto como siempre, las verdaderas protagonistas de nuestra historia. ■
Analiza las siguientes frases y decide cuáles son falsables y cuáles no. Si quieres, haz algunos experimentos y confirma además si algunas de las falsables son falsas.
“La lógica del descubrimiento científico” (“The logic of scientific discovery”) es el texto en el cual Popper presenta originalmente el concepto de falsacionismo.
Para una introducción general (¡y muy amena!) a los desafíos que plantea pensar científicamente: “¿Qué es esta cosa llamada ciencia?” (“What is thing called science?”), por A. F. Chalmers.
Si el artículo ha cumplido su objetivo, al menos algun@s lector@s habrán quedado con sed de saber más sobre cómo pensar filosóficamente (de lo cual pensar científicamente es un subconjunto). John Hospers ha escrito la mejor introducción al tema que ha caído en mis manos, pero no sé si hay traducción al castellano. Si no, ¡debería haber! El libro es “An introduction to philosophical analysis”. Buena cacería.
1 Algo así como el estratega político de su partido en el congreso.
2 Esto puede originarse en un pensamiento poco educado, pero también es posible hallar casos en que a la base de practicar alguna pseudociencia se halle un fundamento filosófico o un ansia espiritual personal que ennoblecerá la práctica. No debemos olvidar, como expuse al introducir este artículo, que la ciencia es algo a lo que, filosóficamente, optamos, pues podemos concebir dudas razonables sobre su valor. Es válido que otras personas tengan opciones diferentes, y nuestro papel como desmitificador@s científic@s no es arrasar tales elecciones sino asegurarnos de que son eso y no resultado de una confusión producida por la mala aplicación de conceptos científicos o de un pensamiento poco riguroso.